2008-05-12

Un descubrimiento revolucionario: el "Hombre Cascanueces" no siempre comía nueces

Un descubrimiento puede revolucionar nuestra comprensión de los mecanismos evolutivos: básicamente, algunas características no se extienden en una población necesariamente a causa del uso cotidiano que hacen de ella sus portadores, sino por porque esa mutación permitió sobrevivir a esos portadores en épocas difíciles. A la vez, este descubrimiento nos relaciona mucho más tempranamente a lo que cada vez más luce como el alimento arquetípico del ser humano: las frutas.

La contraintuitiva lección evolutiva del "Hombre Cascanueces"

Como si no fuera suficientemente difícil tratar de adivinar la evolución cognitiva, social y física de nuestros ancestros utulizando fragmentos fósiles de millones de años de antiguedad, los paleoantropólogos enfrentan otro desafío: las adaptaciones obvias no son necesariamente obvias.

Y si esa frase fue un bocadillo, pruebe este otro: el "Hombre Cascanueces" no comía nueces.

El Paranthropus boisei, alias "Hombre Cascanueces", un hominino que vivió hace alrededor de 2 millones de años, tuvo los dientes más grandes y planos y el esmalte dental más grueso que cualquier otro antepasado humano

En un estudio reciente, investigadores analizaron microscópicamente los dientes del Paranthropus boisei, una primera rama del árbol genealógico humano.
Los dientes planos, gruesamente esmaltados, y una enorme mandíbula llevaron a los científicos a suponer que el P. boisei comía alimentos difíciles de masticar, ganándose el apodo de "Hombre Cascanueces."
Pero el equipo de investigadores no vió ninguno de los desgastes y desgarros esperados de una dieta de alimentos duros, quebradizos. En cambio, P. boisei parece haber preferido las frutas.
Aparte de deshacerse de una concepción anticuada, y un apodo de género innecesariamente específico, ¿por qué es esto importante?
En los años recientes, los paleoantropólogos sugirieron que las especializaciones como las de los dientes del P. boisei surgieron no para tomar ventaja de una fuente preferida de alimentos, sino de una fuente de emergencia - algo que se consume raramente, más probablemente durante tiempos de escasez, cuando hay carestía de otros alimentos.
"Tome el gorila de las tierras bajas como ejemplo", dijo el jefe de los investigadores. "Los gorilas son muy especializados anatómicamente. Tienen grandes y pesadas crestas en sus molares para cortar y despedazar alimentos duros. También tienen grandes músculos de masticación y una anatomía craneal especializada relacionada con la masticación. [Pero] ellos prefieren alimentos más similares a los chimpancés en general (es decir, frutos blandos). "
En términos más amplios, las características evolutivas de un animal puede reflejar lo que le ayudó a sobrevivir en una momento específico, más que su estilo de vida diario. Por supuesto, esto no siempre es el caso - el oso hormiguero, por ejemplo, posee una probóscide evolutivamente adaptada a su nombre -, pero la posibilidad añade un elemento de ambiguedad que debe guardarnos de saltar rápidamente a conclusiones, o al menos de aferrarnos dogmáticamente a ellos.
Las adaptaciones pueden sugerir lo aberrante; lo que es aparente a veces no es tan aparente en absoluto. Incluso los paleoantropólogos no deben juzgar a los libros por sus tapas.

El Temprano Ser Humano de Dientes Duros Amaba la Fruta


Una ilustración de artista del Parathropus boisei mordiendo su tipo favorito de alimentos.

Uno de los primeros humanos con una gran boca hecha para masticar, extrañamente prefería comer frutas suaves y pulposas, sugieren los nuevos análisis dentales.
El descubrimiento de que "los dientes del gran tipo sólo tenía un delgado esmalte" forzó a los científicos a retroceder en lo que pensaban que sabían sobre la dieta de los homínidos.
Para empezar, los descubrimientos podrían causar que este homínido, el Paranthropus boisei, renuncie a su alias de larga data, el Hombre Cascanueces, ante los ojos de los antropólogos.
El Hombre Cascanueces vivió cerca de 2,3 a 1,2 millones de años antes de la desaparición del registro fósil.
Ostentaba una gran mandíbula con masivos músculos de masticación, y dientes planos, duros, cuyo poder aplastante podía destruir las raíces y nueces de su hogar en la sabana africana.
"Tenía grandes crestas en el tope de su cráneo para músculos masticatorios gigantes. Tenía grandes dientes planos con un esmalte realmente engrosado en ellos," dijo el investigador jefe Peter Ungar, "Y durante los últimos 50 años nosotros pensamos que era casi un especialista de objetos extremadamente duros."
Pero al igual que muchos SUVs, resultó que el Hombre Cascanueces rara vez presionó a sus equipos hasta los límites.
"Siempre se pensó que esto era la quintaesencia del Cascanueces," dijo el antropólogo Matt Sponheimer, de la Universidad de Colorado en Boulder, quien no ha participado en el estudio actual. "Este estudio y otros recientes sugieren que tal vez nosotros no sabíamos tanto sobre las dietas de los primeros homínidos, como pensábamos."
El estudio, financiado por la National Science Foundation, se detalla en la edición más reciente de la revista PLoS ONE.

Claves en los dientes
Los investigadores utilizaron potentes microscopios para examinar los patrones de desgaste de los dientes del P. boisei, comparando los patrones con los de otros primates que comen distintos tipos de alimentos.
Una vida de masticación dejan marcas en los dientes de un organismo, por ejemplo, rayas paralelas por comer hojas, u hoyos profundos como consecuencia de una dieta de frutos secos y semillas.
La microimágenes revelaron rayas leves, delgadas, grabadas en los dientes del P. boisei, que lucían más similares a las marcas de los comedores de frutas actuales que aquellos en los dientes de primates modernos.
"´Lucía más como si hubieran estado comiendo Jell-O (una marca de gelatina)," dijo Ungar.


El Paranthropus boisei ostentaba una gran mandíbula con masivos músculos de masticación, y dientes planos, duros, cuyo poder aplastante podía destruir las raíces y nueces de su hogar en la sabana africana.

Las sobrecargadas caracterísicas masticatorias del P. boisei podrían haber sido utilizadas más como una reserva para tiempos duros cuando los sabrosos higos y otras frutas blandas no estaban disponibles, sugieren los investigadores.
La explicación se ajusta a un fenómeno llamado "la paradoja de Liem", en el que los animales evitan comer los alimentos al que dientes están bien adaptados si otras alternativas están disponibles.
"Si das un gorila la opción de comer fruta o una hoja, comerá la fruta cada vez", dijo Ungar. "Pero si usted observa el cráneo del gorila, sus dientes afilados están adaptados para consumir hojas duras. Ellos no comen las hojas a menos que lo tengan que hacer."

Menú renovado
Muchas otras especies de homínidos tempranos también portaban características robustas en bocas y mandíbulas. Por esa razón, los nuevos resultados podrían significar una renovación de todo el menú de de los homínidos tempranos.
"Creo que esto va mucho más allá de P. boisei," dijo Sponheimer. "Es difícil dejar que estos nuevos resultados sobre el boisei no redunden en nuestra comprensión de las adaptaciones de la dieta de todos los homininos tempranos."
Sponheimer y sus colegas encontraron indicios químicos que una especie relacionada, el Paranthropus robustus, consumía una dieta generalista.
El hallazgo también tiene implicaciones para lo que causó que algunas especies se extinguieran mientras que otros, como los humanos modernos, persistieran.
P. boisei desapareció del registro fósil en un momento cuando el clima de la Tierra estaba cambiando.
Como resultado de ello, el pensamiento convencional fue que P. boisei no fue capaz de adaptarse con la suficiente rapidez para el hábitat y a los cambios de alimentación, con su dieta especializada.
Pero al parecer, este homínido podía comer todas las cosas que el hombre moderno puede, y más.

Comparación de la dentadura del Paranthropus boisei (izq) con la del hombre actual (der)

Los científicos lo llamaron "Hombre Cascanueces", porque el antiguo hominino que vivió hace alrededor de 2 millones de años tuvo los dientes más grandes y planos y el esmalte más grueso que cualquier otro antepasado humano. Y así, se figuraron los científicos, la especie conocida como Paranthropus boisei probablemente se alimentaba de frutos de cáscara y semillas o raíces y tubérculos, porque sus dientes, mandíbula y cráneo parecían estar construidos para la masticación y aplastamiento de objetos duros.
Ungar sugiere que ninguno de los individuos P. boisei que examinó comió alimentos duros o difíciles en los días previos a su muerte.
"Estos hallazgos van totalmente en contra de lo que la gente ha venido diciendo durante el último medio siglo", dijo Ungar. "Tenemos que sentarnos y volver a evaluar lo que alguna vez pensamos."
Los antropólogos han deducido la dieta de los antiguos antepasados humanos mirando el tamaño y la forma de los dientes y mandíbulas. Sin embargo, mediante el uso de potentes microscopios para ver a los patrones de desgaste de un diente, los científicos pueden obtener pruebas directas de lo que la especie realmente comía. Ya que la alimentación interactúa con los dientes, deja atrás significativos indicios que pueden medirse. Alimentos duros tales como nueces y semillas, por ejemplo, conducen a perfiles más complejos de los dientes, mientras que alimentos resistentes, como las hojas, producen rayas paralelas.
Los dientes del P. boisei se compararon con los de los monos del Viejo Mundo que viven en Asia, el Oriente Medio, África y Gibraltar, así como los de los monos del Nuevo Mundo que viven en los bosques tropicales en el sur de Mexico y América Central y del Sur.
Los investigadores también compararon los dientes a algunas contrapartes más contemporáneas del P. boisei, tales com el Australopithecus africanus, que vivió entre 3,3 millones y 2,3 millones de años atrás, y el Paranthropus robustus, que vivió entre 2 millones y 1,5 millones de años atrás.
El leve patrón de desgaste fué más consistente con los animales modernos comedores de fruta que a la mayoría de los primates modernos, y sugieren que la adaptación evolutiva para comer puede estar basada más en la escasez que en la dieta regular de un animal. Sin embargo, Ungar señala que los dientes solamente sugieren "lo que podría comer P. boisei, no necesariamente lo que le comió."De hecho, las investigaciones han demostrado que los animales pueden evitar activamente comer los alimentos para los que han desarrollado adaptaciones cuando pueden encontrar otras fuentes de alimento."
"Esto pone a prueba la hipótesis fundamental de por qué esas especializaciones ocurren en la naturaleza", dijo Ungar. "Esto demuestra que los animales pueden desarrollar un grado extremo de especialización sin que el objeto de especialización sea un recurso preferido."
En consecuencia, el hallazgo representa un cambio fundamental en la forma en que los investigadores examinan las dietas de los primeros antepasados humanos y qué papel pueden haber desempeñado en las extinciones los alimentos específicos.



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